La semana pasada recibí una llamada de Manuel, me sorprendí principalmente porque nunca me llama y luego, por la hora. Había salido una hora antes de la casa, pues vino a visitar a los niños, y luego me llamo, cuando ví su llamada me alarme un poco, sin embargo me contó que el motivo de su llamada era para decirme que Ximena le ha estado insistiendo que se quede a dormir en cada, preguntándole cuando regresara a casa. Según Manuel, Ximena ea dijo que yo le decía esas cosas; Le explique que lo único que yo había hecho era reforzarle lo que él en una oportunidad le dijo y que según Ximena fue: “Yo ya no pertenezco a esa familia, por eso ya no vivo con ustedes”. Cuando Ximena me lo comentó yo le dije que si papito decía eso, es porque así era.
En otra oportunidad me dijo Ximena: Dice papito que esta ya no es su casa, su casa es allá con los abuelitos. A lo que también contesté: Si papito te dice eso, es porque así lo cree él.
Sin embargo, ese día de la llamada de Manuel me indicó que él necesitaba hablar con Ximena y hacerle entender que él ya no regresaría a casa y que le molestaba mucho que Ximena le hiciera esas preguntas y que Ximena no tenía que estarse haciendo ilusiones o esperanzas de cosas que él no va a cumplir. Y me pidió que habláramos los dos con ella para hacerle saber eso y dejárselo claro. No le conteste nada y le dije que se haría como él quería, su respuesta fué que al siguiente día hablaríamos los dos con ella. Pero al terminar la conversación sentí nuevamente un dolor grande en mi corazón, pues por nada del mundo quiero que a mis hijos se les siga dañando más su corazón con esta situación.
Ellos sufren, ellos no entienden el porque de la situación. Y para mí enfrentar eso con mi hija no era lo más adecuado.
Al otro día, él debía pasar por ellos para llevarlos a pasear, y se suponía que al regresármelos enfrentaríamos a Ximena para “hacerle entender que él no regresará a casa”.
Por la tarde, antes de que ellos regresaran oré, con todas las fuerzas de mi corazón, le suplique a mi Padre amado que cerrara la boca de Manuel porque me dolía tanto tener que decirle a mi hija esto. No entiendo como para Manuel esta situación es tan fría. Como es posible que no sienta siquiera el dolor que causa a sus hijos. No entiendo como no piensa en el daño que solo con el hecho de no estar en casa les provoca, sino ahora, aun viene a apuñalar el corazoncito de mi hija.
Ore, ore tanto y le pedí a mi Padre que derramara su Espíritu Santo en mi hogar, que por favor no permitiera que el corazón de mis hijos sufriera más. Le suplicaba a mi padre que me ayudara a cumplir lo que en Proverbios 4:23 Él ordena “Sobre toda cosa guardada guarda tu corazón; Porque de él mana la vida” Le suplicaba y le decía, Señor ayúdame a guardar el corazón de mis hijos, no permitas que le hagan más daño, no permitas que mi hija se llene de dolor otra vez.
Luego de mi oración, me fui a esperar el momento de que ellos vinieran, teniendo la certeza que mi Señor obraría.
Cuando Manuel regreso mis hijos venían dormidos en el carro, los puso a cada uno en su habitación y luego se retiró.
Me quede dando clamores de agradecimiento a mi Señor por la obra que había hecho. Sin embargo a los dos días, se los volvería a llevar y temí por un momento que al regresarlos de nuevo me pediría que enfrentáramos a Ximena para decirle lo que él cree es lo más adecuado para que ella no se siga haciendo ilusiones.
Gracias a mi Padre que me deja ver su poder, los días han pasado y esa idea loca de dañar el corazón de mi hija parece haberse desaparecido de su cabeza.
Gloria a Dios!, Gracias Padre porque tu escuchas mis oraciones y me permites ver tu poder
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