enero 04, 2011

Las fiestas de fin de año…

Días previos a las fiestas de fin de año, sentía mucha paz dentro de mí, sabía que lo que estaba próximo a celebrarse era el nacimiento de mi Redentor y salvador, mi Rey Jesús, a quien le he abierto de par en par las puertas de mi corazón para que habite y reine en el.

El 24 de diciembre estuve muy tranquila, llena de paz, en compañía de mi mama, mi hermano y mis dos hijos. Mis suegros ese día salieron al sepelio de un su sobrio que falleció a 5 horas de distancia de aquí. Mi cuñada estaba de visita en casa de mis suegros, cuando eso sucedió y en vista que se quedaba sola con su bebe, nos acompañó a pasar el día en un parque ecológico con mis hijos, mi mama y mi hermano. Ese día nuestro plan con mi suegra era terminar la corona de adviento, que ya habíamos iniciado, pero dada la circunstancia del sepelio de su sobrino, yo no sabía si íbamos a poder concluirla esa noche, noche de navidad.

Regresamos a casa cansados, pues la pasamos bien. Por la noche, mi suegra me llamó como a las 8:30, comentándome que ella si quería concluir la corona de adviento y que ya habían regresado de su largo viaje, así que iban a llegar para que la termináramos porque era el día mas especial, el nacimiento de Jesús.

Esperé como a las 10 de la noche y no se aparecía, mientras tanto, mis hijos y mi hermano quemaban pólvora para distraerse.

Mis suegros llegaron como a las 11 de la noche, y dada la hora, se quedaron en casa hasta media noche. Me sentí bendecida ver que escogieron mi casa para celebrar la venida de nuestro Redentor. Mis hijos estuvieron muy contentos con la visita de sus abuelos y el abrir de regalos.

A la semana siguiente, a un día de celebrar año nuevo, empecé a sentirme triste, pues sabía que mis hijos no iban a estar conmigo, y mi mama y hermano se irían a visitar a familia que vive a 4 horas de donde yo vivo.

El 31 de diciembre llegó, y salí con mis hijos a pasar el día, ya que por la tarde tenía que entregárselos a Manuel para que pasaran con él, esos días.

Yo andaba con mis hijos, tratando de disfrutármelos, de que pasaran un lindo día a mi lado, pero dentro de mí había un gran dolor. Se llegó la hora acordada con Manuel para entregarle a mis hijos, llegó por ellos y mi hija lloraba porque quería su osito para dormir con él, el cual olvidamos en casa. Ella me decía que no se quería quedar con su papa, que quería irse conmigo a traer el osito. Yo dentro de mí, con mi corazón partido, pero mostrando tranquilidad, decía dentro de mí: si mi amor, yo quiero que te vengas conmigo, no te quiero dejar…. Pero sabía que tenía que dejársela a Manuel.

Ellos se fueron con su papa, y yo empecé a manejar para regresarme a casa, como a 4 cuadras de donde los dejé, encontré una capilla de adoración al Santísimo. Me estacioné y entré a dejarle a mis hijos en sus manos, a decirle que me dolía tanto el tener que dejarlos allí, con Manuel, con ella y sus hijas, jugando a ser la familia feliz, pero que confiaba en El, que mis hijos realmente se los dejaba a Él en sus manos, y no a Manuel y a carolina. Estuve entregando mi dolor y diciéndole cual era realmente mi pesar, al salir empecé a manejar de regreso a casa. Eran como las 5:50 de la tarde, y aprovechando que era fin de mes, y que tenía que hacer el súper, pasé a comprar todo lo necesario para mi mes, toda mi despensa.

Las personas también compraban, si, sus bebidas, su comida para celebrar esa noche la llegada del año nuevo.

Al llegar a casa, me conecté al Chat de JSMF y vi que habíamos varios solitarios esa noche, todos compartíamos nuestro dolor, nuestra tristeza, pero yo estaba tan cansada y adolorida porque había sido un día muy difícil y agotador, así que me preparé un té de manzanilla con leche y miel y el sueño me atacó como a las 11:20, así que decidí acostarme. Allá lejos recuerdo el ruido de los juegos pirotécnicos, cuetillos y algo de ruidos en la calle cuando se llegó la media noche.

Al otro día, me desperté agradeciendo a mi Señor por un día más, por un año más que me da la oportunidad de vivir. Me bañe y me fui a misa a recibir el año nuevo. En la iglesia, nuevamente mi corazón se sintió triste, especialmente cuando entró la palabra de Dios y todos cantaban: “Tu palabra me da vida, confío en ti Señor, tu palabra es eterna, en ella esperare.” Este canto me quebranta un poco siempre que lo escucho, pues sé que solo El me da palabras de aliento en estos momentos. Además recordé que precisamente hace un año fue que empecé a ir a misa con más frecuencia y recordé como se sentía de fuerte el dolor en ese entonces. Me fortalecí nuevamente y terminé la misa, ofreciendo mi comunión por ellos dos.

En la tarde en mi casa, me entró la tristeza, sentía mucha soledad, por momentos sabía que era una fecha familiar y sabía que mi familia no estaba conmigo, pues Manuel pretendía jugar a la familia con alguien más.

Realmente me sentí muy triste y me fui a mi habitación a postrarme a mi Señor y decirle que me hablara, que necesitaba saber si su voluntad era que perseverara, necesitaba saber si todo lo que yo leía en la biblia era para mí, o si yo solo me aferraba a lo que allí decía, tratándolo de adaptar a mi situación, necesitaba una confirmación de que todos los mensajes que he leído en la biblia acerca de lo que ellos vivirán eran ciertos, o solo imaginaciones mías, y ore, sobre mi biblia, pidiéndole a mi Padre una respuesta, abrí mi biblia y encontré Mateo 24:35 “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán” .

Trate de tranquilizarme y abracé mi biblia, arrodillada en el suelo, con mi cabeza sobre mi cama, y después de tanto llorar me quedé dormida. Al despertar, sentía ya cierta paz que me dejó levantarme y continuar con mi día.

El día domingo, fue ya más tranquilo, asistí a misa y luego a casa. Por la tarde me dedique a armarles unos cajones para los juguetes de mis hijos y en eso me entretuve toda la tarde. En la noche esperaba con ansias la hora en que llegarían mis hijos, pues anhelaba tanto abrazarlos y verlos, lamentablemente, Manuel me los llevó hasta las 9 de la noche, ya dormidos. Aun duele, y es lo que no soporto, ver que aun duele. No entiendo cuánto tiempo más tendrá que pasar para que vea todo con normalidad, enfrentar la situación sin dolor ni pesar. En un mail enviado a mi amigo Gabriel, le menciono mi sentir: “Me dolió de alguna manera el pensar que mis hijos y mi esposo estaban jugando a la familia feliz con otra persona que no era yo, así que no faltaron por allí las lagrimas, el sentimiento de soledad, y mis clamores a mi Padre bendito para que esta situación se termine pronto.    Gabrielito, como quisiera a veces poder agarrar a mis hijos e irme lejos, donde ya ni carolina ni Manuel se pudieran acercar a ellos.  A veces me pregunto si es cierto que algún día tendré mi recompensa a tanto dolor, a tanta espera, a tantas noches en las que los bendigo, y clamo para que vean cual es su error, para que su corazón sea tocado con tristeza por regresar cada uno a sus hogares.    Dan ganas de dejarlo todo Gabrielito, lo único bueno que me quedó de esos 11 años a la par de Manuel fueron esos dos preciosos hijos que tengo, y a veces no sé si vale la pena seguir orando por su regreso para que mis hijos puedan tener la dicha de crecer en una familia unida.”

Y son esos sentimientos lo que aun no logro dominar en su totalidad, ese dolor, quisiera que desapareciera y poder despertarme un día de estos sabiendo que ya todo terminó, que con o sin Manuel, el dolor ya no existe, que mi corazón se inunda totalmente y para siempre de felicidad, de dicha, de un sentimiento que me permita sentirme plena, pero no es así. Confió en que mi Padre amado borrará todo esto que aun me duele y que pondrá en mi un nuevo corazón, un corazón lleno de verdadera felicidad, pues desde hace mucho tiempo que no puedo pronunciar esa palabra y sentirme segura de que es real. Pero en Dios confió que El me enseñara a pronunciarla y sentirla de manera tal, que mis ojos y mi rostro se ilumine cuando la escuche.

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